El Lenguage Invisible de la Vida

<a href=»http://fraternalamor.com/?attachment_id=578″ rel=»attachment wp-att-578″><img title=»hachiko» src=»http://fraternalamor.com/wp-content/uploads/2012/08/hachiko-300×198.jpg» alt=»» width=»300″ height=»198″ /></a>¡Cuidado! ¡Casi tocaste ese auto de costado! Me gritó mi padre. «¿Es que no puedes hacer nada bien?»

Esas palabras me dolieron más que un golpe. Volví mi cabeza hacia el anciano sentado en el asiento junto a mí, desafiándome a contestarle. Se me hizo un nudo en la garganta, y aparté los ojos. No estaba preparada por otra pelea.

«Yo vi el auto, papá. Por favor, no me grites cuando manejo.»

Mi voz fue medida y firme, que sonaba mucho más calmada de lo que realmente me sentía.

Mi padre me miró furioso, después volvió su cabeza y se mantuvo callado. En casa lo dejé enfrente del televisor y fui afuera para componer mis pensamientos. Había oscuras y pesadas nubes en el cielo, prometiendo una lluvia. Un trueno distante retumbó como si fuera el eco de mi agitación interna. ¿Qué puedo hacer con él?

Mi padre había sido leñador en el estado de Washington y en Oregon. Había disfrutado de vivir al aire libre y le gustaba medir su fuerza contra el poder de la naturaleza. Había entrado en agotadoras competiciones de leñadores, y a menudo ganaba. Los estantes de su casa estaban llenos de trofeos que probaban su habilidad.

<a title=»El Lenguage Invisible de la Vida» href=»http://fraternalamor.com/?page_id=580″>continua…</a>

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